Crónicas de comienzo del siglo XX

La calle El Carmen de Cúa era conocida como El Laberinto. Allí funcionaron los Mabil
La calle El Carmen de Cúa era conocida como El Laberinto. Allí funcionaron los Mabil

Es muy posible que las nuevas generaciones de cueños no estén enterados que muchas calles de Cúa tenía nombre muy distintos a los de hoy, por ejemplo la calle José María Carreño era la Cruz Verde, la calle la Gruta era la calle del Reloj, la calle Maestro Rafael Luque se llamaba Puerto Escondido, la calle Zamora se llamaba El Malabar, la calle El Carmen se llamaba El Laberinto, hoy nuestra crónica se refiere a la antigua calle El Laberinto, primera entrada de Cúa, por el camino al llano, el paso del río Tuy conocido como El Deleite y Los Claveles nombre de antigua haciendas propiedad de Don Elías Acosta. Ubicada en lo que llamamos hoy Los Corrales.


Esta entrada de Cúa, cercana a la antigua romana de Los Corrales, era por donde entraban las “puntas” de ganado que venían de los llanos de Guárico y Apure, era el traslado del ganado desde sus potreros llaneros hasta El Matadero de La Mariposa en El Valle Caracas, a pie recorriendo cientos de kilómetros, el ganado enflaquecía con lo cual perdía su valor, la solución a ese problema era tener en las haciendas de Cúa potreros de engorde que permitían en poco tiempo recuperar el peso para que a su llegada al matadero mantuvieran su valor. Esas puntas de ganado las traían los llaneros por jornadas que duraban semanas, para lo cual se aprovecha el comienzo del verano. Esa actividad fue fundamental para dar vida económica a ese sector correspondiente a la actual calle El Carmen, los Jabillos y el Malabar. Allí se comía, se dormía, se divertían, jugaban dados, batea y ajilei , se compraban productos de todo tipo para llevar al llano, se vendía queso llanero, carne salada cueros .Cúa fue un pueblo con comercio floreciente gracias al transporte a pie de ganado llanero.


En la calle que unía al pueblo con su salida al llano estaba la vida económica, esta pequeña arteria tenía casas de comercio que eran las sucursales del comercio caraqueño, funcionaban como bancos que entregaban avales que se cambian por efectivo en casas comerciales de Calabozo y San Fernando de Apure , estaban las pulperías de los alemanes , las tiendas de los judíos, esas calles era un hervidero de gente permanentemente y en las noches se prendías las fiestas, los bailes, a veces de joropo, músicos que tocaban otras melodías más caraqueñas como los merengues, las polkas, los pasodobles y hasta algunos valses, de ese alboroto permanente deriva el nombre El Laberinto, es decir, la algarabía y el escándalo que se percibía en esa calle cueña , cuyo nombre cambió en 1921 por iniciativa del Párroco de Cúa el padre Jesús María Pellín, quien tratando de cambiarle la mala fama que tenía, la denominó como calle El Carmen en homenaje a la Virgen del Carmelo. En Cúa se constituyó una Sociedad, cuyo fin era rendir homenaje a esta advocación de la Virgen María , dentro del culto católico. Hasta casas en propiedad tenía la Virgen del Carmen, para que mediante el alquiler percibido se le pudiese hacer una digna fiesta con procesión, cohetes, misa solemne todos los 16 de julio y así se hace desde 1921, igualmente lo han hecho los habitantes de la antigua calle de pecado, conocida hoy como El Carmen.


En esa calle a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX funcionaron unos negocios conocidos popularmente como los Mabil,(Bailar) es muy posible que ese nombre nos hubiese llegado con las putas que se importaban de Francia y que tenían mucha fama en un sector caraqueño que llamaban El Silencio, todo lo contrario a El Laberinto cueño, pero no menos bullicioso, a pesar de su nombre, hasta que en 1941 el Presidente General Isaías Medina Angarita construyó la Urbanización El Silencio. 


En El Laberinto cueño funcionaban varios mabil, eran unos locales de muy baja categoría, consistía en un patio techado con láminas de Cinc, piso de ladrillo o cemento Portland una habitación grande que hacía las veces de bar, una enramada apropiada para el jolgorio nocturno a la luz de los candiles y las lamparas. Un ambiente más bien deprimente y muy rústico, se bebía todo tipo de licor, desde el popular y barato aguardiente fabricado en Cúa por las haciendas El Deleite, Marín y El Yagual, el Ron Santa Teresa y el “Patica cruzada” que venía de Cuba, el brandi español, algún Whisky, el cual empezaba su danza vernácula ligado al naciente mundo del petróleo. No se vendía cerveza, no era conocida, el gusto etílico estaba más en los licores secos y aliñados como el torco, el fruta de burro, la malagueta, el anisado, la guarapita y el licor dulce preferido por la féminas que llamaban Zamurito por su color negro y el cual no era más que aguardiente macerado con ciruelas pasas. 


La fiesta empezaba apenas llegaba la noche, los músicos, los “arpistos”, los guitarristas empezaban su trabajo, las muchachas sentadas en la mesas en espera de sus clientes, el objetivo inicial era el baile, al cual acudían los compradores y vendedores de ganado, lo cual le daba cierta categoría al sitio, donde también llegaban empleados del comercio, uno que otro parroquiano, o empleado del gobierno el cual quería “echar una canita al aire” o como decían a parrandear.


En los mabil el derecho a bailar se costeaba, fundamentalmente para pagar los músicos, cada pieza que se bailaba pasaba el cobrador o colector como le llamaban, costaba medio, es decir 25 céntimos de bolívar y la costumbre era que se colocaba el medio en la oreja del bailador de donde lo sacaba el colector, ya a las 12 de la noche los músicos ya tocan desafinadamente y las parejas estaban “entonadas” y quería seguir el baile, se ordenaba “Palos para los músicos”, esos palos consistían en una copa doble de ron o aguardiente, todo nuevamente se acoplaba al compás de las guitarras y arpas con los vapores alcohólicos, hasta las dos o tres de la mañana Siempre llegaba al mabil el Comisario de policía acompañado de unos agentes, para evitar las peleas o poner orden, al final también el comisario y los policías terminaban “entonados”, aunque no bailaban y todo el mundo los respetaba, porque aquel que se alebrestaba y no atendía sus indicaciones recibía lo que llamaban una” planazón de machetes” y los rodaban hasta la “Comandancia de policía”, donde podía pasar la noche. El objetivo de la policía era evitar que le dieran el “palo a la lampara” o le cortaran las cuerdas al arpa y así se formara “la Sampablera” con heridos a machete y cuchillo o algún muerto.


Esos caso extremos de violencia con sangre o muertes eran muy extraños, la gente se respetaba, pues la mayoría tenía su revolver .smith-wesson, los casos de mayores peleas eran por la rivalidades entre los llaneros y los tuyeros, a veces se hacían piques, lo cual no era más que un contrapunteo en coplas ,donde se decían cosas fuertes y muchas veces terminaba en una pelea a garrote, arte de defensa personal en que los llaneros era expertos, el duelo con veras y encabullados tenía su arte, como ls karatecas de aquellos años, la gente temía terminar con un ” verazo” en la cabeza o en las costillas. A la gente de esa época no le podía faltar su vera (Nombre de una árbol de madera muy dura y brillante) y su sombrero, los llaneros siempre tenían además su cobija de dos colores y su capotera donde guardaban sus efectos personales.


En 1921 se acabó El Laberinto, pero no los mabil, los cuales se mudaron, con los nombres importados del norte, los llamaban “Night Club”, se los llevaron a sectores más lejanos como La Fila de Cúa o “Parate Bueno”, el cual se empezaba a llamar Las Mercedes, donde la leyenda popular decía que se había volteado una carreta de esclavos, pero ese es materia para otra crónica.